Un lugar donde un hombre de Florida (Uruguay), la capital de la Piedra Alta, cuenta de todo un poco, sobre su pueblo, su vida, sus viajes, su familia y más que nada, sobre su Florida natal. Tambien mucho sobre mi querido Camino de Santiago.



Thursday, March 12, 2009

Historias cortitas/ Eustaquio el chacarero.-

Eustaquio el chacarero. 
Eustaquio, creo que el apellido era Lapasta, tenía una casita allá en el callejón de la Cuchilla Santarcieri, uno de los ranchitos más lindos y mejor blanqueados de la zona. Chacarero por excelencia, tenia un huerto grande que siempre estaba produciendo algo, invierno y verano el andaba con su azada a cuesta, de lo cual me llamaba la atención que todavía la llamaba por el termino italiano, “ la zappa”, con su compañera inseparable, hacia largos surcos y a las semillas que plantaba, las trataba como quien pone un bebe en la cuna. 

Más al fondo se extendía el terreno con líneas bien cuidadas de limoneros, naranjeros, perales y todo tipo de árboles frutales que perfumaban toda la cuchilla. 

Para completar la imagen, tres grandes árboles de granada coronaban el predio con su color y prestancia. 

 Además de todo lo que producía y vendía, el hombre era bastante económico en su sistema de vida, por lo que nosotros a pesar de ser pequeños, por lo que se veía y sentía en “las casas”, nos habíamos hecho a la idea de que el hombre era rico. 

Por algun ramal de la familia, Eustaquio era pariente de mi abuela Petrona, no había día en que no se le viera pasar por la puerta, saludar, tomar un mate y rápidamente como vino, despedirse y salir rumbo a la cuchilla.
Una tarde a la hora de siesta, mi primo Carlitos y yo, estábamos jugando en el fondo, a la sombra de las granadas de la abuela, mientras que ella sentada en su silla de mimbre, nos pelaba higos de tuna “p’al postre”. 

Se sienten palmas en la portera, un “compermiso” y por el costado de la casa aparece el chacarero. 

 “¿Como anda Petrona?, andaba por acá y como tengo que entrar a juntar limones y naranjas, se me ocurrió, que capas que Ud. me dejaba llevar a los gurises pa’ayudarme”. 

“Pero mire que estos gurises son inquietos y muy traviesos, le van a dar mas dolor de cabeza que ayuda”, contesto la abuela. 

 Nosotros seguíamos la conversación, ahora colgados de los árboles y arrancando algunas de las abundantes granadas, para hacer guerrillas mas tarde. 

 “Si Ud. lo permite, cuando terminen, mañana o pasado, se los traigo y a ellos les pago por el tiempo”. 

Palabras mágicas, nos acercamos corriendo y a los saltos le pedíamos que nos dejara ir, que nos íbamos a portar bien. 

Todo el resto de esa tarde y el día siguiente, desde temprano pasamos colgados como monos, de árbol en árbol, bajando los frutos que Eustaquio llevaría al mercado y con lo recibido nos pagaría por nuestro trabajo. 

Yo creo que nunca había ganado nada en mis 8 años de vida, porque a pesar de que ayudábamos en todo, en casa no se esperaba recompensa.
¿Cuanto nos daría? ¿Que íbamos a comprar?, yo ya me imaginaba una pelota de plástico rojo que había visto en lo de Papaleo…gomas pa la onda… caramelos en bolsa… 

 A eso de las seis de la tarde del otro día, al terminar, nos preparamos para volver a casa, Eustaquio nos dice que nos va a pagar, sale para el galpón y vuelve con una sonrisa grande y satisfecho consigo mismo, como si nos diera 1000 pesos...

nos entrega a cada uno, un canasto con una docena de granadas.

El Tordillo

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