Un lugar donde un hombre de Florida (Uruguay), la capital de la Piedra Alta, cuenta de todo un poco, sobre su pueblo, su vida, sus viajes, su familia y más que nada, sobre su Florida natal. Tambien mucho sobre mi querido Camino de Santiago.



Tuesday, August 30, 2016

Perderse en Cáceres.


Todavía no había llegado a la Plaza Mayor, pero el alma y la imaginación se revolcaban en mi interior, sentado a la vera del Camino después de llegar al Alto de las Camellas, me puse a leer un panfleto turístico, que no sé cómo había llegado a mis manos. La idea era recorrer un rato por Cáceres y después seguir a Casar de Cáceres, donde esperaba descansar en un albergue municipal del que tenía muy buenas referencias.
A medida que leía sobre la ciudad medieval de Cáceres, más me apetecía la idea de recorrerla por unas horas, ya que estaba casi justo a medio camino de una etapa corta. Pero como siempre el Camino se traza solo y te va dictando “los cómos y los porqués” de tus pasos.


En el momento en que di mis primeros pasos a la entrada de la Plaza Mayor, me sentí como que no era dueño de mis tiempos y mis planes. El tiempo de mi reloj parecía haberse rebelado, obligándome a detenerme en ese tiempo y lugar que marcaba.
Las escalinatas que llevaban al Centro Histórico, eran el imán que me atraía y distraía, me senté en una terraza a tomarme una cerveza y admirar los alrededores. No sé cuánto duró ese descanso, me levanté con desgano, remoloneando y buscando una excusa para no seguir. Me colgué el macuto y emprendí Camino para subir las hermosas escalinatas, cruzar la ciudad y proseguir hacia el destino prefijado.
Iba a pasos cortos y lentos, daba vueltas sobre mí mismo como un trompo, no me cabían en los ojos las piedras, las callecitas angostas, los monumentos, todo me fascinaba.


Estaba en ese trance, cuando me doy cuenta que en el bar había dejado olvidado mi fiel compañero, mi bordón. Desanduve mis pasos rezando para poder encontrarlo, ya que llevaba conmigo varios Caminos y era un regalo especial de una pareja de amigos entrañables.
Lo había dejado recostado contra la pared, lo encontré caído, la mitad del bordón dentro de un portal, como invitándome a entrar para recogerlo. Pension Carretero decía el cartel donde lo había dejado recostado, él, ahora me invitaba a entrar, a quedarme, ya vendría el tiempo de seguir.
Por dos días y dos noches deambulamos mi bordón y yo por Cáceres, vimos la ciudad bajo los rayos implacables del sol que curtía y bajo la luz de la luna, que dibujaba imágenes fantasmagóricas en pequeños rincones. Visite sus iglesias y sus lugares públicos, escuche tres misas y sentado en una recóndita placita, junto a un convento, me regocijé con un coro de monjas cantando Vísperas con voces que parecían angelicales.
Me perdí en Cáceres, porque encontré una ciudad que me deslumbro, también porque el Camino, de una forma o de otra, me indicaba que ya llegaría el momento de seguir.

El Tordillo























Friday, August 26, 2016

La soledad y el Camino.

Y a veces pienso que lo que más extraño es la soledad.

Los kilómetros se van subiendo al cuerpo, las subidas y bajadas te hacen sentir poderoso, tus piernas y tus pulmones responden como deseas, miras el horizonte donde se recortan montañas maravillosas o valles interminables, los verdes y los ocres se mezclan, las nubes blancas que a veces están a tus pies, con su blanco espumoso le dan un fondo surrealista al paisaje siempre cambiante.


Alrededor, nadie, tú con el bordón, la mochila y los ojos tan abiertos que parece que se van a salir de la cara. Se te llena el alma de sonidos y  de aromas que se sienten placenteras, todo parece que te envuelve y te arropa, como protegiéndote y aislándote del mundo real, de las rutinas cotidianas, de los dolores y amores de todos los días.

Y se vuelve adictivo, cuando estas en el Camino, eres uno, cuando vuelves a casa eres otro. Pero ese otro tiene ya dentro una mezcla grande de lo que fuiste y sentiste en la montaña o en el valle, donde de a poco reflexionabas sobre temas íntimos que en el día a día de la vida “normal” ni te pasan por la mente.


Las horas que caminas solo, te van edificando ese “otro yo”, que tiene mucho de lo que realmente eres, pero que de a poco va integrando cosas que la soledad te va enseñando de ti mismo, cosas que siempre estuvieron dentro tuyo pero a las que nunca recurres o simplemente no te dabas cuenta que tenías.

Cuando vuelves del Camino, en realidad nunca vuelves, porque todos los días de una forma u otra en cada cosa que haces, se nota la estampa de ese “otro yo” que te dejo el Camino.

No lo digo por lo que me contaron, lo digo porque lo vivo constantemente, en cada decisión que tomo o en cada cosa que hago, siento que ahora lo hago con más ecuanimidad, con la mente mas abierta, con el corazón más dispuesto a hacer más felices a los demás, porque yo ya sé dónde soy feliz y porque.

 Por eso no sé si lo que extraño es la soledad o el Camino, pero sé que lo que siento, lo descubrí en el Camino, una experiencia de la que nunca vuelves como eras.

Juan Alberto Pintos Lecuna








Monday, August 15, 2016

EL CAMINO EMPIEZA DESPUÉS…ME DIJERON

·  · en Camino de SantiagoUncategorized. ·

Hace un mes que terminé mi Camino de Santiago, y durante mi peregrinación escuché y leí varias veces: el camino comienza después, cuando se termina.
Se lo que viví , pero: ¿que es lo que tenía que empezar?. No hice mucho caso, estoy acostumbrada a viajar y sé que siempre hay una nostalgia por el viaje, por el movimiento, cuando se vuelve a casa. Lo normal, lo de siempre, pensé. Lo que me pasa a la vuelta desde hace años, me dije. Soy una viajera apasionada,  un espíritu“wanderlust” -te lo digo en alemán para ser precisa-; así que ya me imaginaba lo que vendría. Yo ya sabía…
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Pero no, no sabía. Efectivamente, y tal como me avisaron, el camino comenzó después. Hace ahora un mes, cuando aterricé de nuevo en Berlín, donde trabajo de guía, comenzaron los primeros síntomas.  Primero fue la angustia -como de síndrome de ansiedad- que se apoderó de mi mente y de mi cuerpo. Da igual que esté frente a una playa en el Mediterráneo o en un parque de Berlín. Da igual que esté hablando español, inglés o alemán, el camino siempre está ahí, presente. Nueve de cada diez veces que comienzo una frase, en el idioma que sea, es tipo “Cuando hice el Camino de Santiago…bla bla bla”. Y luego se remata -nueve de cada diez veces de nuevo- con un “quiero volver al camino pronto”
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Cuando me presentan nuevas personas, ya no me interesa saber a que se dedican, ni de que pais son o ese tipo de cosas;  la pregunta  que me sale hacer, es si han hecho el camino. Si no lo han hecho, pues que si saben lo que es o han oído hablar de él. Y si lo han hecho, que por qué lo han hecho, cuando, como y desde donde. Mis amigos que me conocen de tiempo empiezan a mirarme raro.  Todos mis planes futuros empiezan a girar alrededor de él: el tiempo libre que tendré, cuando lo tendré, la cantidad que tengo que ahorrar para hacerlo de nuevo, como llegar de Berlín a Sant Joan Pont de Port…
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Empezó la obsesión compulsiva de buscar -a veces consciente y otras inconscientemente- flechas amarillas por todos lados, hasta que resultó que no hay que buscarlas, que de verdad están por todos lados: en los andenes del metro, en la puerta de un restaurante, en los centros comerciales, una locura la verdad!    La otra es que se me van los ojos detrás de cada mochiler@ que me encuentro, pero no es que que voy buscando plan de verano, no. Yo lo único que busco son conchas colgando de la mochila y no una noche de pasión. En fin, lo que yo te diga, un sinvivir.
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Lo de saludar a todo el mundo que me cruzo por la calle con un “Buen Camino”, lo descarté hace tiempo. Una cosa es saber que te has quedado un poco loca, y otra cosa es actuar como una loca.  Aunque un día, de broma y con 2 copas de más con unos amigos, dije un Buen Camino al aire, y un rubio muy rubio que pasaba por allí me respondió Ultreya. Era noruego, y peregrino por tres veces. Bueno, imagínate: que fiesta!
Y ya esto es lo último, es que tengo un empeño que se me ha metido en la cabeza, y yo soy tela de cabezona: que todo el mundo sienta y viva lo que yo viví en el camino. Que se llenen de esa alegría, de esos valores, que se descubran un poco más a ellos mismos, bueno todo eso que el camino le regala al que abre bien los ojos y el corazón. Y para ayudar un poquito a que todo el mundo se lance he abierto un grupo solidario en facebook: Nadie sin su camino. Los mayores frenos que he notado en las personas que les cuesta lanzarse son: el miedo a ir solos y el andar cortos de dinero.
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En este grupo se pueden hacer anuncios para donar, prestar o vender a precio solidario material necesario en el camino: mochila, saco de dormir, chubasqueros, polares,bragas…bueno, eso último no. La vaselina también sería raruno, pero allá vosotros. También las personas que no quieran ir solas pueden lanzar un anuncio buscando compis de camino.  Un sitio para poder poner en práctica dos valores muy bonitos que el camino nos enseña: dar y recibir. Ojalá algún día se pueda ir por todo el mundo, diciendo Buen Camino en los aeropuertos, y la gente responda Ultreya. Sería bello,imagínate.
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Que sí, lo reconozco, que me he quedado pillá, que tengo una pedrá caminera en la cabeza que ni te cuento. Recién empiezo a aceptar, que de entre todos mis viajes por los 5 continentes, lo que siempre tuve más cerca en mi propio país -en mi casa- el camino, es lo que más me ha marcado. Y, por primera vez en mi vida tuve que decirle a Proust que tenía toda la razón del mundo.


https://viajadviajadmalditos.com/2016/07/31/camino-de-santiago-cronica-literatura/