Un lugar donde un hombre de Florida (Uruguay), la capital de la Piedra Alta, cuenta de todo un poco, sobre su pueblo, su vida, sus viajes, su familia y más que nada, sobre su Florida natal. Tambien mucho sobre mi querido Camino de Santiago.



Monday, February 28, 2011

Campamento de invierno


El martes nos vamos con Wilson a nuestro campamento anual de invierno, veremos que fotos traemos esta vuelta.
Posted by Picasa

Grito de Asencio.-


Fue el comienzo de una nueva etapa, el despertar de un sueño de una patria plural, justa y duradera. Osiris Rodríguez Castillo en su Cielo de los Tupamaros, fue el que más cerca estuvo de describir esa época sin mucho ruido y en pocas palabras.


Cielo mi cielito lindo
Danza de viento y juncal
Prenda de los Tupamaros
Flor de la danza oriental

El cielo de los matreros
Miren que oscuro que está
Bien haiga las medialunas
Que lo andan por alumbrar

Pa mi que los chapetones
Ya nos cuentan redotados
Y es que no han caido en que somos
Pocos pero bien montados

Con Venancio Benavides
Y Perico “el bailarín”
Saldremos a chuza y bolas
A gatas suene el clarín

Yo vide un águila mora
Volando sobre un chilcal
Y era el alma cimarrona
Campiando la liberta

Cielo mi cielito lindo
Danza de viento y juncal
Prenda de los tupamaros
Flor de la danza oriental

Poema de Osiris Rodríguez Castillo
Pintura: Prestada sin permiso de marceloesosa.blogspot.com

Friday, February 25, 2011

Pobre Italia!

La verdad es que ya no se puede viajar, porque uno se lleva muchas sorpresas…

Por ejemplo, veníamos de Austria rumbo a Italia, la desilusión que nos llevamos al ver que todas las montañas estaban llenas de agujeros.



Con un poco de dolor en el alma seguimos para Venecia, al llegar nos encontramos que teníamos que dejar el auto lejos, parece que se les habían inundado todas las calles.



Ahí fue cuando decidimos irnos para el sur, yo quería conocer Pompeya, vaya sorpresa, estaba totalmente abandonada y las calles todas de piedra como hace dos mil años.




Hastiado y totalmente desilusionado, enfile otra vez para el norte con las esperanzas de encontrar Roma en toda su gloria…

Pobre Italia, cuando llegue a su ciudad capital, la encontré totalmente en ruinas.



Que lastima, que desperdicio,con lo que te cobran los pasajes.

Thursday, February 24, 2011

¿Dar o recibir?

Uno de los refranes mas comunes y siempre repetido es: “Es mejor dar que recibir”.

Hay muchas veces en la que he encontrado mil razones para no estar de acuerdo con esta creencia popular, pero de igual manera estoy de acuerdo con el concepto en general.

El otro día en una de mis viejas carpetas y escritos encontré algo referente al tema, y una nota que había escrito en los márgenes, me recordaba de algo que puedes dar en abundancia, todos los días, que a la vez te devuelve una ganancia mucho más grande que la inversión.

No cuesta nada, pero da un resultado positivo en el momento. Enriquece instantáneamente a quien lo recibe, sin hacerle perder nada a quien lo brinda, se brinda en un segundo y hay veces que deja beneficios que duran para siempre.

Nadie es tan rico como para vivir sin utilizarla o tan pobre que no tenga un poco de más como para dar, ambas partes se enriquecen al dar o recibir.

En la casa, crea alegría instantánea, en los negocios genera simpatía y apego, entre amigos suele ser y es moneda corriente. Ese regalo puede dar descanso al cansado, un poco de luz al que anda descorazonado y a oscuras, es un rayo de sol para el deprimido y triste… es sin duda, el mejor antídoto contra los problemas.

Sin embargo, no se puede comprar, ni vender, ni robar y solo tiene valor cuando se da sin ataduras o compromisos. Si uno se encuentra con alguien que se olvida de dar este regalo, lo mejor es dárselo para que lo reparta a otros, porque no hay nadie que lo necesita más que aquel al que se le han terminado y no tiene para dárselo a otros.

¿Ya se dieron cuenta que es? ¿Qué hay en esta bendita tierra de nosotros que pueda brindar tanto sin costar nada?

Una sonrisa.

Si es cierto solamente y simplemente una sonrisa.


Cuando una de mis nietas me regala una sonrisa, me arma y me desarma.

Yo me he propuesto y lo hago constantemente, el brindar una sonrisa a todas las personas con que me cruzo a lo largo del día. Una sonrisa grande, sin tapujos, sin esperar respuesta. Es increíble la reacción de las personas que la reciben, como la mayoría de la gente no está acostumbrada a recibir sonrisas gratis, al principio me mira como intrigado, pero un segundo después me la devuelve, muchas veces más grande que la que les di.

Yo he comprobado que una sonrisa me cambia a mí, pero también cambia a todos los que me rodean.

¿Por qué después de leer esto no lo prueban por unos días? … lo más probable que les de gran resultado y vean la vida con un poco mas de foco positivo.

El Tordillo (filosofando).-

Tuesday, February 22, 2011

Décimas a Jacinto Luna.-(Osiris Rodríguez Castillos)

Décimas a Jacinto Luna

No pregunten de a’nde soy,
vengo del tiempo aparcero,
y ni los mismos senderos
se imaginan p’ande voy;
voy tiempo arriba y estoy
conforme con mi destino,
de andar solo y peregrino,
durmiendo sobre mis garras,
y despertando guitarras
a la orilla del camino.

Sin facón en la carona
ni lazo ata’o a los tientos,
traigo un temblor que los vientos
dejaron en mis bordonas,
y una pena en las lloronas
que no levantan el vuelo,
porque el rigor del pihuelo
la lleva atada a mi huella,
de no, ya serían estrellas
alumbrando desde el cielo.

Ya no tengo ni querencia
y las leguas no me espantan,
porque no hay pa’ los que cantan
más pago que el de la ausencia;
nada me ata a la esistencia,
voy muriendo al tranco lerdo
y, en ocasiones, me pierdo
tras los horizontes rojos,
con un niebla en los ojos
y acosa’o por los ricuerdos.

Me han echa’o en el fogón
ramitas de mataojo,
espinas en el rastrojo,
dolor en el corazón;
y voy con esta canción
en los labios de una herida,
pa’ que al final de mi vida
quede mi canto despierto,
pues todo cocuyo muerto
deja una luz encendida.

Osiris Rodríguez Castillos

Monday, February 21, 2011

"El Ojo de Ulma".- Por Jesús Perdomo





"El Ojo de Ulma" Por Jesusús Perdomo
"Grande ", “del Palmar", "de los Difuntos", "del Potrerillo", "de
los Ahogados", "de Navarro", "Negra", la llamó el hombre blanco...
"Ulmá", la oscura había dicho el indio en guaraní.

Como un enorme ojo liquido, la gran Laguna centra una región donde
el agua es reina y señora: bañados, esteros arroyos, sangraderos, cañadas...
Al oeste, las enmarañadas Sierras vigilan. Infinitos Palmares
butiaseros se arrastran densos por el llano, y se atreven a escalarlas,
peleándole lugar al arisco monte aborigen. Abajo, abriendo secretos
laberintos, una rica fauna nativa corretea, escondida y protegida.
¿Quiénes fueron los primeros "actores" que llegaron a este "escenario"
del "Ojo de Ulmá"? No lo sabemos. Sí sabemos que hace tres o cuatro
mil años, por lo menos, se asientan por aquí los hombres más antiguos
que dejan huella física de su paso. Son los constructores de "Cerritos",
con presencia marcada en la costa norte de la laguna negra. El vecino
don Antonio Massiotti ha sentenciado: "Los Cerritos de Indios son
nuestras pirámides".
Fue desenterrado el esqueleto de un perro que corrió y cazó junto a
sus amos por campos del Potrerillo, dos mil años antes de llegar el
español a América. Algo más al norte, donde los cerritos se cuentan
por cientos, están tomando forma las excavaciones de arqueólogos
profesionales. Los datos iniciales que manejan nos permiten ya entrever
un mundo cultural insospechado y fascinante.
Desde muy antiguo, los paisanos -jinetes de paso y vecinos de la zonasabían
de estos misteriosos aborígenes, ¿arachanes?, ¿tapuiás?... Por
eso, al norte del "Ojo de Ulmá", bautizaron parajes como "Cerros de los
Indios", "Rincón de los Indios", "Arroyo de los Indios" (el único arroyo
del país hoy borrado del mapa por mano del hombre).
Precisamente, la gran Laguna se llamó "de los difuntos" por los esqueletos
Indígenas que aparecieron, rodeados de piedras, en la Sierra costera. Y desde
1940, la pintoresca ruta que acompaña el borde oeste del "Ojo de Ulmá",
asomando al viajero a panorámicos "balcones de Palmares, lleva el
sugestivo nombre de "Camino de los Indios.
Infinitos años después de los "cerriteros", empiezan a reflejarse en el
oscuro espejo de "Ulmá" los penachos de plumas de los Guenoa-charrúas.
Los atrae seguramente el misterioso gran ojo líquido, oscuro v
rebosante de pesca, con abrigo de la sierra para el invierno y arenal
playero para el verano...
Cuando, por las obras de 1979, la Laguna bajó las aguas a sus niveles
históricos, quedaron a la vista paraderos indígenas repletos de piezas
liticas, particularmente en la orilla sureste: miles y miles de puntas de
flecha, rascadores, morteros, rompe-cocos... O bien pasaron por aquí
infinitas tolderías a lo largo de mucho tiempo o ésta era una "estación
de baños" (?) muy popular y concurrida entre las tribus de la región...
¿Cuál de estas tolderías habrá bautizado un Cerro, solitario al oeste
del "Ojo de Ulmá", con el dulce nombre guaraní' "Lechiguana"
¿Quiénes fueron los primeros hombres blancos que pisaron el circulo
arenoso del oscuro lago "Ulmá"? Sin duda, exploradores Jesuítas por
1670, los ojos mejor entrenados para inventariar recursos que abastecie-
ran su proyecto teocrático-socialista de las misiones. La negra Laguna
"Ulmá" con sus esterales, era ía muralla acuática que protegía -por el
este- la fabulosa "mina de cueros y sebo" de la "Vaquería de la Costa
del mar de Castillos", como rezaban los documentos jesuíticos.
Sabemos si quién fue el primer portugués que pisó las arenas de la
orilla este de "Utmá". Se llamaba Domingo Filgueiras. En 1703 a pie,
abrió comunicación por tierra entre la recién fundada Colonia do
Sacramento y el Rio Grande.
Más tarde, en 1724, un audaz faenero porteño avanzó, haciendo corambre,
sebo y grasa hasta la arisca orilla serrana de la gran Laguna.
Allí estableció campamento. Era Francisco Navarro, abastecedor de
Buenos Aires. Hasta hoy, dándole nombre a los ocho cerros, quedó su
apellido: "Cerros de Navarro".
Los portugueses en su "pulseada" con España, son excelentes lectores
de mapas. Notan que entre la gran Laguna y sus esteros y el océano,
corre un estrecho istmo arenoso: La Angostura.
Si, en el punto mas angosto, apretado entre "Ulmá" y el mar, colocan
una "Puerta de Piedra", que puedan abrir y cerrar a voluntad, podrán
controlar para su beneficio el movimiento de tropas y pobladores
bloqueando el paso obligado para incursiones españolas
hacia el norte. Esa estratégica«puerta de piedra será la fortaleza.
Cuando en 1762, el portugués Osorio empieza a clavar en el suelo de
la Angostura sus primeras trincheras de "palo a pique", la "paz india"
de la oscura "Ulmá" se quiebra para siempre.
España, siempre de contragolpe, aprende con seis meses de atraso lo
que ya sabían los portugueses. Manda desalojarlos... Desde Maldonado
avanza el General Pedro Zeballos, el primer geopolítico español en
esta zona. Mil quinientos dragones, doce cañones, caballadas, bueyes,
ganado para consumo, ciento ochenta carretas con parque, víveres y
sanidad. ¡Jamás la mansa "Ulmá" había presenciado semejante movilización!
Zeballos se arrima, avanzando escondido en el espeso Palmar
de Castillos. En lo mas cerrado del mismo, hasta hoy se conserva una
"calle", un claro artificial, de veinte metros de ancho por más de un
kilómetro de largo: paso abierto por Zeballos -cuenta la tradición
local- para poder trasladar sus cañones y carretas.
Tres mil hombres españoles y portugueses traban batalla. Dos días
con sus noches resuenan los gritos, truenan los arcabuses, retumban
los cañones. Finalmente, Zeballos le cierra la "puerta en las narices
a Portugal.
"Santa Teresa", ahora española, empieza a levantarse en medio de un
árido arenal. Ni un árbol. Leña, madera y paja deben acarrearse desde
las Sierras de Navarro, al otro lado de la gran Laguna. "La Balsa",
"La Canoa" y "La Lancha" son los tres primeros fletes marineros que
cabalgan la oscura pradera líquida de "Ulmá".
Indios cortaban leña, indios manejaban las barcas, indios descargaban
en Santa Teresa. Indios tapes misioneros la mayoría, algunos pampas
también. Bien puede calcularse en 700 los indios ocupados en la fortaleza
por 1775, los antiguos abuelos de tantos rostros cobrizos, de pelo chuzo
y callada mirada, oscuros y mansos que vemos hoy en torno al "Ojo de Ulmá",
oscuro y manso también.
1811, setiembre... Ráfagas de humo barren la gran Laguna. Recortándose
como oscura culebra contra el sol naciente del mar, una lenta
caravana avanza, subiendo y bajando médanos. Reflejándose en el
"Ojo de Ulmá", desfilan jinetes de hombros caídos y desamparo en la
mirada, carretas apresuradamente cargadas, niños, viejos, mujeres,
algunos perros... Pasan como sonámbulos rumbo al suroeste .
Son los ciento y pico de vecinos del pueblo de Santa Teresa, las familias
de la guarnición, pulperos, capataces de carretas, peones, que se han
puesto "en redota", escapando de la invasión portuguesa y buscando
refugio allá lejos, junto a Artigas... Aquí en Santa Teresa, está comenzando
el Éxodo del Pueblo Oriental. "Ulmá" presenció como quemaban
sus ranchos y se ponían en marcha...
1820. Transitando en el mismo sentido que "la redota", el "Ojo de
Ulmá" ve pasar una diligencia. Lleva al sabio francés Auguste de Saint
Hilaire. Entre otros, tiene el mérito de rescatarnos del olvido el nombre
indio de la Laguna Negra: "Le lac des Oulmaés"...
1825. Diciembre 30. La noche está muy oscura. Luego de un día en
que el sol de verano ha castigado con furia sus negras aguas, "Ulmá"
duerme confiada, arrullada por el bicherío menudo del bañado de la
Angostura, al sur...
De golpe se despierta, todo el oscuro circulo de aguas alerta. Un gran
silencio se hace en el bicherío del bañado. La vieja y sabia "Ulmá"
se pone a escuchar... Poco a poco un chapoteo lejano y sordo se va
acercando: caballos que cruzan el bañado. Trescientos jinetes, sombras
en la sombra, avanzan sigilosos. "Ulmá" sonríe. Conoce a esos jinetes.
Sabe quién los manda. Sabe a dónde van, agazapados como indios...
Es Leonardo Olivera con sus 300 gauchos. Han cabalgado de noche,
escondiéndose de día. Van a caerle por sorpresa a los brasileros de
Santa Teresa, tomándola para la Patria. "Ulmá" está de fiesta...
1897. Mayo 24. Es mediodía en campos de Risso, junto a la Laguna. Para
el lado de la "Lechiguana" se escuchan tiros, cada vez más nutridos. Al
Tiempo, una estirada columna de jinetes galopa en disparada, buscando
el abrigo del espeso Palmar en la punta del estero de la Angostura.
Eran tiempos revueltos. Dos meses atrás, Aparicio Saravia y Diego
Lamas Habían invadido el país empezando la Revolución del 97.
Ya habían sucedido "Tres Árboles" y "Arbolito". También junto a
"Ulmá", la oscura, vendrían hermanos orientales a enfrentarse hasta
la muerte...
Les fue mal a los revolucionarios de Marcelo González... El tiroteo y la
disparada de jinetes blancos había comenzado dos horas antes en la
zona del "Maturrango", desplazándose la acción hacia la "Lechiguana",
buscando los fugitivos encontrar vía de escape por la Angostura rumbo
al Brasil, huyendo de las huestes gubernistas del Coronel Manduca
Carabajal.
Este combate de "Maturrango- Lechiguana" fue la acción más importante
librada en territorio róchense, cuando el 97. Allí se enfrentaron
dos contingentes nutridos -por lo menos 350 combatientes por bando-
hubo heridos, hubo muertos, se tomaron prisioneros... Un combate
en toda regla.
¿Cuántos secretos guardarán los Palmares y esterales de esa rinconada
junto a la Laguna Negra? ¿Cuántas lanzas, trabucos y carabinas -abandonadas
en la premura de la disparada al Chuy- estarán durmiendo
olvidadas en el fondo del bañado de la Angostura?...
Solamente, la vieja y sabia "Ulmá" puede saberlo.
Articulo extraido del Almanaque 2003 del Banco de Seguros del Estado.-

Sunday, February 20, 2011

Lafoto de hoy.-

Que lindo el tomarse unos mates y comer un pedazo de capon asado, tempranito... antes que salga el sol.

Friday, February 18, 2011

La foto de hoy.-

Horacio Silvestre Quiroga .- (click aqui)


Horacio Silvestre Quiroga Forteza
(Salto, Uruguay, 31 de diciembre de 1878 – Buenos Aires, Argentina, 19 de febrero de 1937), cuentista, dramaturgo y poeta uruguayo.

Fue el maestro del cuento latinoamericano, de prosa vívida, naturalista y modernista.[2] Sus relatos breves, que a menudo retratan a la naturaleza como enemiga del ser humano bajo rasgos temibles y horrorosos, le valieron ser comparado con el estadounidense Edgar Allan Poe.

La vida de Quiroga, marcada por la tragedia, los accidentes de caza y los suicidios, culminó por decisión propia, cuando bebió un vaso de cianuro en el Hospital de Clínicas de la ciudad de Buenos Aires a los 58 años de edad, tras enterarse de que padecía de cáncer de próstata.[3]


El almohadón de plumas
de Horacio Quiroga

Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.

Durante tres meses —se habían casado en abril— vivieron una dicha especial. Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.

La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso —frisos, columnas y estatuas de mármol— producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.

En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.

No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.

Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.

—No sé —le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja—. Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada.. . Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.

Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pesos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su dirección.

Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.

—¡Jordán! ¡Jordán! —clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.

Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.

—¡Soy yo, Alicia, soy yo!

Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola temblando.

Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.

Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio y siguieron al comedor.

—Pst... —se encogió de hombros desalentado su médico—. Es un caso serio... poco hay que hacer...

—¡Sólo eso me faltaba! —resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.

Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas alas de sangre. Tenía siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.

Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.

Murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.

—¡Señor! —llamó a Jordán en voz baja—. En el almohadón hay manchas que parecen de sangre.

Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados dél hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.

—Parecen picaduras —murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.

—Levántelo a la luz —le dijo Jordán.

La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.

—¿Qué hay?—murmuró con la voz ronca.

—Pesa mucho —articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.

Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós: —sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.

Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca —su trompa, mejor dicho— a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón habría impedido sin duda su desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia.

Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de plumas.

Tuesday, February 15, 2011

Les pido disculpas a todos los amigos que me mandaron mensajes o dejaron comentarios aquí en el Corral, la falta de no haberles contestado es grande, pero como podrán leer en la nota anterior, el Tordillo andaba con las banderas a media asta.

A Valeria, JJ, Conucho, Claudio, Cocona, Néstor, el Dire, los Duran y a todos los que se me quedan en el tintero, les garantizo que no se repetirá, el saber que Uds. siempre andan cerca de la portera del corral me anima y me alegra.

Un abrazo fuerte para todos…El Tordillo

Por suerte salió el sol.-




Los meses de invierno aquí en el norte, son largos, oscuros, fríos, deprimentes. En general, no me molestan, ya llevo más de cuarenta vividos aquí, siempre he disfrutado del invierno y sus fríos, sin sufrirlos mucho y sin pensar demasiado en la oscuridad que generalmente nos rodea, pero este invierno ha sido diferente, no sé si fue el clima o si soy yo, que ya empecé a acusar la acumulación de tiempo y dolores. A decir verdad hay días que tengo más dolores que España.

Ya hace más de un año que no visito mi querida Florida, esto, junto con la ausencia del sol por más de dos meses, me traía a mal traer, pero hoy desde temprano, por mi ventana aparecieron los rayos de un sol brillante que me dieron una inyección de vida.


A medida que pasan los años, me doy cuenta que me afectan más las cosas que me rodean. Siempre fui del tipo de personas que viví creando mis propias circunstancias y no deje que lo exterior me cambiara o me llevara a unirme a las hordas de pesimistas que pululan por el mundo.


Esta nota de hoy, es un pequeño “mea culpa” y un llamado a mi mismo para volver a ser lo que soy, nada más ni nada menos. No me puedo permitir que los cambios climáticos me afecten, porque siempre fui un firme convencido de que el sol sale desde adentro.

Hoy se terminaron las dudas, las oscuridades, los por si acasos, hoy comienza una nueva etapa, tanto comercial como socialmente, hoy renace el Tordillo…porque hoy adentro y afuera… salió el sol.-