Un lugar donde un hombre de Florida (Uruguay), la capital de la Piedra Alta, cuenta de todo un poco, sobre su pueblo, su vida, sus viajes, su familia y más que nada, sobre su Florida natal. Tambien mucho sobre mi querido Camino de Santiago.



Saturday, August 10, 2013

A pesar de que el cuerpo y la mente no querían.


El día de hoy, fue difícil, la mente no quería y el cuerpo tampoco. La intención era seguir recorriendo las rutas de las Colinas de Caledon, por dos razones básicas, primera y primordial, porque hay lugares y senderos hermosos, la segunda, que como es muy ondulado y en partes escabroso, me ayuda a prepararme para la tortura que yo me imagino, va a ser el cruce de St. Jean de Pie du Port a Roncesvalles y sus 25 kilómetros de pura montaña pirenaica.

Apenas comenzada la ruta me encontré con unos bañados cubiertos de una vegetación verde y densa que cubría el agua como una membrana. Los mosquitos se hicieron un festival conmigo, pero ya era tarde para arrepentirse.

Seguí hasta que encontré un sendero que une el paraje de Palgrave hasta Glen Haffy, una zona de conservación de floresta, que es muy linda y amplia. Este camino, lo habíamos hecho una vez con Wilson Cáceres, hace como quince años, ahora me pareció más oscuro, ya que los arboles evitan totalmente la penetración del sol, los helechos frondosos cubren como un manto todo el lugar. Las subidas y bajadas se venían de golpe, sin aviso, como discurso de tartamudo se repetían y repiqueteaban mis piernas sin descanso, implacablemente.
A esta altura, que no eran más de 6 o 7 kilómetros, la mente empezó a confabularse con el cuerpo y me discutían sobre necesidad de hacer esto. Me enoje con los dos y seguí camino, pero los cómplices me seguían martirizando. Corté por lo sano, para distraerme, prendí el celular, puse radio Clarín a todo volumen y me encaje los auriculares. A las horas pares con Gardel y el resto con música típica y folklore, pude llevar la jornada más plácidamente y sin tener que discutir conmigo mismo.
Como siempre me maravillé con los montes, las flores salvajes, un ciervo que se me cruzo como a veinte metros, me senté a la sombra de un gigantesco roble y comí tranquilo. A la sombra de ese hermoso árbol y rodeado de un silencio absoluto me sentí feliz… y hasta creo que llegue a dormirme por unos minutos.
Termine volviendo a la San Cono que me esperaba en el punto de salida, satisfecho de haber hecho unos 20 kilómetros, a pesar de que el cuerpo y la mente no querían. El argumento que les di fue…
Yo hasta Santiago no paro y punto.

 
 
 
 
 
 






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