Un lugar donde un hombre de Florida (Uruguay), la capital de la Piedra Alta, cuenta de todo un poco, sobre su pueblo, su vida, sus viajes, su familia y más que nada, sobre su Florida natal. Tambien mucho sobre mi querido Camino de Santiago.



Thursday, January 9, 2014

La meseta castellana, ¿Dónde está el pueblo?.


Ya les dije que Burgos es magnífica, pero me hubiera gustado tener más conocimientos sobre fotografía y además sacar las fotos con una cámara, no con el teléfono, como lo hice durante todo el viaje.

Eran las cinco de la mañana y ya despierto e inquieto salte de la cama, tratando de hacer el menor ruido posible, me cargue el equipo y salí a la calle, quería ver la ciudad todavía de noche, me quedaba un rato hasta la hora normal de salida y Jordi no estaría pronto antes de eso.
La foto no hace justicia al hermoso alumbrado de la cathedral.
La Puerta de San Martin es la salida de Burgos para los peregrinos.


 

Las luces de la catedral y de las angostas calles, brindaban un espectáculo hermoso. Camine por casi todos los lugares que había visto el día anterior, pero las calles y plazas, ahora vacios, parecían todavía más grande, las luces y sombras le daban un aspecto entre enigmático y misterioso. Encontré un chiringuito abierto, donde los parroquianos estaban cerrando la noche con churros y chocolate, algunas cervezas todavía rondaban el ambiente.
Desolada y tranquila, la madrugada en la ciudad es Hermosa.

Me senté en una pequeña mesa en el patio del lugar, con un cortado y churros desayune opíparamente, tratando de captar y disfrutar todo en las últimas horas que me quedaban en Burgos. Los pocos que pasaban por la calle o se iban del boliche, me deseaban “Buen Camino”, a todos les respondí “Buenas Noches y que descansen”. A las siete en punto me encontré con mi compañero de ruta y partimos rumbo a Hontanas.


 Una "moza de tambo" (lechera, en uruguayo), me despidió a la salida de la ciudad.
Entre parques, bulevares, desarrollos urbanos, pueblos y pueblitos transcurrieron los próximos 12 kilómetros. Después de Tardajos, nos dimos de frente con Rabé de las Calzadas, donde sin mucho protocolo la ruta nos hizo subir de golpe a la famosa Meseta Castellana, que por los próximos días será nuestra compañera y verdugo.

Aqui Jordi apuro el paso, quede solo para subir y recorrer la meseta.
De aquí en adelante, los marrones y los dorados de los trigales y pasturas, es un mundo ocre, sin árboles ni sombras de ningún tipo, largas rectas pedregosas sin más distracción que alguna perdiz, que perdida o abombada por el calor sale distraídamente al descubierto.
El ocre es el color preponderante y deprimente.
Montículos de piedras, originalmente hechos por los dueños de los campos, limpiando para hacer plantíos, se erigen a cada paso, con el distintivo que los peregrinos, cansados y aburridos con la monotonía del lugar, comienzan a hacer diferentes diseños o marcas, que se van extendiendo a todo el largo y a la vera del camino.
Por todo El Camino se ven piedras que los peregrinos usan para marcar su paso por el lugar.
Se pasa por parajes donde comienzo a notar una tendencia de construcción, que me llama mucho la atención, casi todos los edificios, casas, iglesias y hasta el ayuntamiento, son hechos con bloques de barro.  Si, como en las películas de cowboys que filman en Méjico, como en los pueblos más remotos de mi querido Uruguay. Los grandes bloques de adobe, a veces terminados como si fueran de cemento, otras dejado en su estado original. La verdad que me sorprendió, principalmente porque para nosotros, los tercermundistas, la imagen que tenemos de España y en general, de todo el primer mundo, no tiene ni por asomo casas de barro.
Los bloques son echos con heno y barro crudo y los edificios son centenarios.
Los kilómetros se me empiezan a subir al cuerpo, apurados por el sol, la sed, lo aburrido del trayecto, cuando de atrás un…”buen camino peregrino” me despierta. “La destartalaa” me ha alcanzado y conversando seguimos juntos por un buen trecho, arribamos a un oasis, una pequeña fuente de agua fresca, unos árboles, mesas de picnic y una persona del lugar que sobre dos mesas plegables, tiene bebidas frescas, café, bollos y frutas. Luego de tomar una Coca Cola bien fría y comer una banana, le pregunto cuánto le debo y la respuesta fue, “nada, a voluntad, no puedo cobrar, porque estoy en el paro, si le cobro algo y me denuncian me lo cancelan, así que si quiere hacer una donación, será bienvenida, ahí hay una caja para su voluntad”. Sin hacer comentarios sobre un país al que quiero y respeto mucho, y como extranjero visitante no tengo derecho, solo agrego, esa es la situación en España para muchos hoy día.

Bebí, comí, cante a la sombra de los arboles, converse con peregrinos que hacía días que no veía y otra vez me hice a la ruta, solo otra vez. Ensimismado y pensando en las bendiciones que he recibido, paso  a paso, un pie delante de otro, mecánicamente, mientras mi mente me llevaba a lugares y momentos políticos y humanos que me comían el coco.
¡!!WOW!!!, casi me mato, de golpe y porrazo estoy en una bajada muy pedregosa y acentuada que me despierta y vuelve a la realidad, el bordón que me regalaron los Bizera, me salva nuevamente de un golpe. Después, mirando un mapa, me entero que le llaman la bajada de Matamulos. A este mulo casi se lo lleva.
La bajada de Matamulos casi me hace su victima.
Desde ahí en adelante, después de pasar Honillos, empieza el verdadero suplicio, llevo caminando desde las cinco de la mañana y hecho unos 22 km. sin contar los que hice en la madrugada en Burgos, después de pasar una cruz de fierro y el Albergue de San Bol, aparecen carteles indicadores de que faltan cinco Km., pero uno camina y camina y camina y camina, faltan tres, faltan dos, falta uno… a pesar de estar en una meseta, a casi 800 metros de altura, no se ve ningún pueblo, la desesperación se empieza a apoderar de mi, pensando que en algún lugar me extravié… otro cartel dice “albergue a 800 metros”, yo todavía no veo nada… de repente otra bajada acentuada y ahí se ve a tiro de piedra la torre de la iglesia de Hontanas, que como un pueblo fantasma de película del oeste aparece de golpe en el bajo.
Si miran bien quizas puedan descubrir a Clint Eastwood escondido detras de los muros.
A la entrada una fuente de agua fresca me llama y da un abrazo que me calma la sed y el espíritu, me lava el dolor de los 30 y pico de km. caminados.

Ana me alcanza en ese preciso momento, un “putamadres que día por Dios”, sintetiza mi pensamiento y toda la jornada. Entramos juntos al pueblo mientras esperamos que Clint Eastwood aparezca en cualquier momento.
La seguimos después, porque hasta Santiago no paramos.











 
 









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