Un lugar donde un hombre de Florida (Uruguay), la capital de la Piedra Alta, cuenta de todo un poco, sobre su pueblo, su vida, sus viajes, su familia y más que nada, sobre su Florida natal. Tambien mucho sobre mi querido Camino de Santiago.



Monday, December 9, 2013

Santo Domingo de la Calzada hasta Tosantos.


El encontrar una ermita a la salida del pueblo, todavía a la media luz de la madrugada, me puso de lleno de vuelta en el Camino, cruzamos el hermoso puente sobre el rio Oja y resueltos a llegar hasta el albergue de Belorado le dimos un paso rápido y firme a la travesía.
A poco de partir nos encontramos con un sendero junto a la carretera nacional, un marcador de distancia nos hace sentir bien, faltan solamente 560 km. para llegar a Santiago de Compostela. La distancia ya no nos asusta, los primeros casi 250 km. fueron difíciles, pero el cuerpo y principalmente las piernas, ya están acostumbradas a los largos trechos. Jordi empieza con sus zancadas largas y el repiqueteo de sus bastones se empieza a alejar de a poco, ya no necesitamos ni decir hasta luego, los dos sabemos que de una forma u otra nos vamos a seguir encontrando y que Dios mediante vamos a llegar, eventualmente juntos a Santiago.
Nos volvemos a encontrar más adelante, justo bajo el cartel anunciador de que entrabamos a la provincia de Castilla y León, el se había detenido en una de sus frecuentes paradas de descanso, o de visitas, ya que le gusta conversar con la gente y es común encontrarlo con diferentes grupos o personas con los que se entretiene un rato.
A la mierda… una francesa en bicicleta, con el apuro con que la mayoría de los franceses recorren el Camino, en su afán de llegar rápido y además tratar de ver a la pasada todo lo máximo, se distrajo pedaleando y leyendo el cartel, sin molestarse ni siquiera a aminorar la marcha, en un lugar donde había muchos peregrinos congregados y distraídamente sacando fotos. ¡Al suelo!, el gran arquitecto del universo, había planeado que allí, ella se detuviera… rodo por el camino desparejo de tierra y gravilla, las rodillas y los codos sangraban profusamente, los peregrinos la ayudaron a levantarse, le sentaron en una piedra, la curaron y limpiaron las heridas. Como ya había muchos ayudando, nosotros seguimos camino a nuestro paso, unos 15 minutos después, a toda velocidad y sin tocar ni siquiera timbre para avisar que venía, nos sobrepasa la francesa, toda remendada pero sin aprender nada.
El resto del recorrido del día no tuvo nada de especial, más bien monótono, lo que me llamo la atención fueron las caras dibujadas en los girasoles, donde los peregrinos se detienen y dejan mensajes a otros o simplemente dibujan sonrisas simpáticas. De ahí en adelante seguimos caminando juntos con mi compañero, hasta llegar a Belorado, cruzamos unos cuantos pueblos, todos con su Calle Mayor o única, su Plaza Mayor o única, y más o menos todos iguales. Al punto que varias veces la pregunta cómica del día era… ¿sabes cómo se llama esta calle?
La entrada a Belorado, angosta y bien cuidada, nos encuentra con todavía muchas fuerzas y ganas de caminar un poco más, lo conversamos, Jordi mira la guía en su teléfono y decidimos seguir unos 5 km.  hasta el paraje de Tosantos.
En una panadería compramos una barra grande de pan, chorizo, queso, jamón y por supuesto coca colas frías. Nos dirigimos a la hermosa y arbolada Plaza Mayor, donde habiamos decidido almorzar antes de continuar.
Y ahí naaaa… estábamos placenteramente descansando y comiendo a la sombra, los pueblerinos que pasaban saludaban al pasar y nos deseaban el típico “Buen Camino”, varios niños andaban en sus bicicletas, los bares y cafés de alrededor de la Plaza estaban bien concurridos y reinaba en el ambiente un sentido de paz y tranquilidad. De golpe, un borrachito, en alto estado etílico, o como decimos los Uruguayos, “mamao hasta las patas”, con manchas de vino en su piel y en sus ropas, se nos acerca con una botella de vino todavía sin descorchar, nos pide algo para abrirla y mientras tanto con dificultad da vueltas alrededor del banco donde estamos sentados. Tratamos de ignorarlo mientras otros parroquianos nos hacen seña de que no le demos bola, pero esta tan cargoso que saco mi navaja para destaparle su vino. Mientras descorcho me pregunta de dónde soy, cuando le digo Uruguay fue como si le hubiera mencionado un planeta distante y en otra galaxia, no tenía ni idea. L o gracioso se dio cuando Jordi le dijo que era de Barcelona, el hombre tenía su opinión sobre Cataluña y la expresaba repetitivamente diciendo a gritos… Barcelo  naaaaa, Tarrago naaaaa, Badalo naaaaa, Catalu naaaaa.
Le entregue su botella, la beso como a una novia que hace tiempo no se ve, y siguió dando vueltas a nuestro alrededor hasta que nos fuimos. Riéndonos de lo ocurrido, emprendimos viaje hacia nuestro destino en Tosantos, al salir del pueblo, me acordaba de la “principesa”, Mertxe, que el primer día de Camino, me había dicho que por lo menos quería llegar hasta Belorado.
Los veo después, síganme que hasta Santiago no paro.















 


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