Un lugar donde un hombre de Florida (Uruguay), la capital de la Piedra Alta, cuenta de todo un poco, sobre su pueblo, su vida, sus viajes, su familia y más que nada, sobre su Florida natal. Tambien mucho sobre mi querido Camino de Santiago.



Tuesday, August 3, 2010

El Pajarero.-





—¡Boyeros nuevos del Santa Lucia, que silban como flautas!
¡Zorzalitos y calandrias de primera pluma! ¡Jilgueros
cabeza negra, baratitos y cantores como canarios!
Con los dos grandes y toscos jaulones de cañas — que él mismo construyera— balanceándose a sus flancos, en el vaivén de la marcha, recorría periódicamente las mal empedradas calles de San Felipe y Santiago el viejo Juan Castillo, un pintoresco personaje que se dedicaba a la caza y venta de pájaros, allá por los comienzos del siglo XIX.

Hijo de andaluces, había heredado de sus padres la picardía y el gracejo propios de la raza, como así también la riqueza imaginativa y el hábito de exageración que la caracterizan.

Menguado de talla, con unos ojos de mirada vivaz e inteligente., que relampagueaban sin descanso entre la espesa
maraña blanca de las cejas y las barbas, su figura se había tornado familiar para los habitantes del plácido Montevideo da entonces, que gustaban jaranear con él y se complacían tirándole la lengua, para poder oír sus inverosímiles pero siempre pintorescos relatos.

—¡Mirlos de los bañados de Carrasco!
¡Cardenales de los montes del Río
Negro! ¡Cotorritas bien habladas, respetuosas
y obedientes, que yo mismo
enseñé como Dios manda!

Al escuchar su pregón salían a la puerta de los zaguanes las pizpiretas mulatillas de los mandaletes, con encargo de sus amas de hacer pasar al pajarero hasta el patio, para poder allí examinar a sus anchas las aves que ofrecía. No fuera cosa de que el astuto Castillo les quisiera vender tordos por mirlos, o espineros por zorzales, como según comentarios generalizados había ocurrido ya más de una vez.

Contábase que a una dama de alcurnia, muy regateadora en los precios, motivo por el cual no le resultaba nada simpática, el viejo Castillo habíale ofertado en cierta oportunidad lo que él llamara un loro bataraz, valiosísimo ejemplar, según sus palabras, de una especie ya casi extinguida, que hablaba poco menos que como un preceptor.

"Hasta a cantar aprende, si quien se lo enseña tiene una voz melodiosa como la suya, misia Francisquita", habría acabado diciéndole el muy locuaz pajarero. Y la empingorotada señora, contenta por el elogio, olvidó sus regateos y adquirió el ave, casi implume todavía, pero que una vez crecida resultó una vulgar lechuza.

Anécdotas como aquella atribuíanse muchas al socarrón Castillo, el cual, cuando alguna posible compradora las traía a colación, limitábase a responder con una ambigua sonrisa: —A quien mucho regatea le toca el ave más fea, dice un refrán de mi tierra.

Pero la verdad era que, fuese justo o injusto lo que de él se decía, a Castillo recurrían todas las familias monte videanas que, para solaz propio o para envidia de sus relaciones, anhelaban poseer un loro parlanchín o una calandria de armonioso canto.

El viejo pajarero iba a cazar a sitios muy distantes de la pequeña ciudad colonial, en cuyos aledaños residía, muy cerca de los Pozos del Rey. Lo llevaban consigo los carreros de la época, en sus rústicos vehículos toldados de cuero crudo, hasta los espesos montes del Santa Lucía, del Yi, del Río Negro, y a veces hasta el lejanísimo Cebollati.

Allá, en aquellas soledades no exentas de peligros, pasaba Castillo largas temporadas armando sus "aripucas", o acechando los nidos de boyeros y zorzales, a la espera, de que los pichones estuvieran "a punto", como él gustaba decir.

De regreso de tan largas expediciones, con las dos jaulas cañizas atiborradas de una inquieta y vocinglera carga, rumbeaba hacia los portones de San Juan o de San Pedro. Y va dentro del recinto de la amurallada ciudad colonial, oíase su característico pregón, mezclado al de panaderos, lecheros, vendedores de velas y otros proveedores:

—¡Boyeritos que silban como flautas!
¡Zorzales y calandrias de primera
pluma! ¡Loros que aprenden a hablar
hasta en latín!...

Publicado en Almanaque del Banco de Seguros del Estado del año 1968.-

2 comments:

  1. Los felisitamos y seran muchos mas disfruten la vida.
    Les deceamos Conucho y Kelly

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  2. Conucho y Kelly, gracias por sus deseos, ojala que puedamos cumplir otros 50 mas y que Uds. esten para festejarlo con nosotros.
    Saludos.
    El Tordillo

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