Un lugar donde un hombre de Florida (Uruguay), la capital de la Piedra Alta, cuenta de todo un poco, sobre su pueblo, su vida, sus viajes, su familia y más que nada, sobre su Florida natal. Tambien mucho sobre mi querido Camino de Santiago.



Wednesday, October 23, 2013

Hacia Roncesvalles.


A las 6 de la mañana, ya estaba pronto para comenzar los largos 21 kilómetros que me separaban de Roncesvalles, el corazón de los Pirineos me esperaba y la ansiedad que sentía, solo se comparaba con la curiosidad que tenia de si podría llegar a destino, en una pieza y en tiempo de conseguir una cama en el albergue, la idea de que llegaría después de las 10 de la noche, me aterraba, me imaginaba sufriendo en la montaña y avanzando para atrás.


Apenas estábamos los cinco juntos, partimos, el camino era totalmente escabroso y las piedras sueltas y las zanjas no permitían apoyar bien el paso.
A medida que subíamos, íbamos penetrando en una niebla cada vez más espesa, que no dejaba ver a más de 10 metros de distancia.
Desde los campos por los que travesábamos, nos llegaba el sonido distintivo de las montañas europeas, el sonido de los cencerros, tanto las vacas como las ovejas que se nos cruzaban a poca distancia y en abundancia, nos brindaban su música tan particular, y a pesar de que casi no los veíamos, sabíamos que estábamos rodeados.

En uno de los recodos del Camino, y cuando la niebla era más espesa, casi me topo con una imagen de cómo dos metros de una Virgen, que apareciendo en la bruma parecía fantasmagórica. Mertxe casi con lagrimas en los ojos exclamaba…! encontré una virgen, ahí en el promontorio, ven mírala, es una hermosura!

 Es la Virgen De Biakorri, la foto que yo tome no salió bien, pero otro peregrino me brindo una sacada en un día más claro. Fue una visión maravillosa y el saber que estaba comenzando con una peregrinación religiosa de mucha transcendencia, y el ignorar que esa Virgen estaba ahí, le dio un significado especial.

Seguimos trepando y el dolor se empezó a sentir en las piernas, ya que eran muy pocos y cortos los tramos donde no había repecho. Eso y lo desparejo y rocoso del camino te hacía estar totalmente concentrado en poner un pie delante del otro. Fue la etapa en que tome menos fotos, a pesar de ser una de las más hermosas.

Los compañeros al principio íbamos los cinco en grupo, pero de a poco nos fuimos dando cuenta de que no todos podíamos seguir el mismo paso, así que casi sin decirlo, cada uno fue buscando su ritmo, Pedro y Joaquín, los más jóvenes y fuertes, comenzaron a distanciarse, Jordi con sus dos bastones de apoyo los seguía de cerca y más atrás, cada vez más atrás, Mertxe y yo empezamos a perderlos de vista.

Mas o menos a mitad de camino, Mertxe tuvo su primer tropezón, donde quedo sentida del tobillo, ahí comenzaron sus penurias. A mí me daba pena dejarla sola, pero ella no quería ser un peso para nadie, así que yo me adelantaba  hasta que la perdía de vista y me sentaba un rato a descansar, de paso la esperaba y dejaba que se me adelantara, para volver a repetir lo mismo.

Poco a poco fuimos superando los escollos, la horas se sumaban, en la mochila yo tenía queso, chorizo, pan y agua no nos faltaba, así que paramos una o dos veces a hacer muela y recuperar fuerzas.

Después de pasar la Fuente de Rolland,( un héroe francés, oficial de Carlomagno, que varias veces quiso adosar la actual Navarra a territorio galo, pero se encontró con que los vascos no son fáciles de conquistar, así que le dieron una patada en el derriere  y lo mandaron para su casa), ya estábamos entrando a España. Cruzamos el Collado de Lepoeder  1430 metros de altura y de ahí en adelante, comenzó una bajada en la cual los talones frenando y el bastón clavado con firmeza era la única forma de poder caminar… estoy firmemente convencido que es menos sacrificado y doloroso subir una montaña que bajarla. Frondosos bosques de hayas no acompañan y vemos una hermosa iglesia que termina en una torre picuda en el paraje de Ibañeta.

Paso a paso nos acercábamos al primer albergue en territorio español  La Colegiata de Santa Maria de Roncesvalles, un lugar que se merece un capítulo aparte. Al avistar ese hermoso lugar desde las laderas pirenaicas, empieza a rondar en la cabeza la idea de que ya llegamos.

A mí se me llenaron los ojos de lagrimas… había cruzado la parte más dura de los Pirineos, lo había hecho en alrededor de 8 horas, pero más que nada… había vencido a mis dos peores enemigos… la edad y el miedo.
 
Satisfecho de mi mismo, entre a Roncesvalles como quien entra a un baile, fresquito y sacando pecho.
… la seguimos  y hasta Santiago no paramos.

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