Un lugar donde un hombre de Florida (Uruguay), la capital de la Piedra Alta, cuenta de todo un poco, sobre su pueblo, su vida, sus viajes, su familia y más que nada, sobre su Florida natal. Tambien mucho sobre mi querido Camino de Santiago.



Monday, December 7, 2020

Los regalos. Historias cortitas.

 

Los regalos.

En Noviembre de1955, mi padrino Héctor vino de Montevideo a verme por mi cumpleaños, como me conocía muy bien, siempre me traía los regalos que yo mas disfrutaba. Ese año me trajo para comer, una docena de bananas, medio kilo de galletitas Numancia, para disfrutar, sillita de playa tipo tijereta con asiento de lona, pero lo mas preciado fue el libro de cuentos El Príncipe Valiente.

Desde que aprendí a leer me enamoré de los libros, lo único que me frenaba de andar correteando campo o chapoteando en las cañadas de los alrededores de la Cuchilla Santarcieri, era un libro, de lo que fuera, si estaba escrito yo me lo devoraba. Ahora con setenta largos, sigo igual, si no estoy callejeando o a monte, es porque llego a mis manos un libro nuevo.

Bue… la historia empezó al otro día de mi cumpleaños, mi hermano Ruben y todos los gurises del barrio se juntaron para salir para La Calzada a disfrutar de la playita y algunos a estrenar hondas nuevas o recién arregladas.


Yo indeciso entre ir o quedarme con mi libro, opte por agarrar mi sillita y mi Príncipe Valiente y salir rumbo al rio con ellos, pero mis planes eran de sentarme bajo los sauces a leer mientras ellos hacían las de las suyas.

Entre uno de los Garín y mi primo Carlitos, armaron una choza del tipo que veíamos en las películas de “indios y convoys”, con los palos y ramas que deja la correntada la hicieron preciosa.

Cuando todos se fueron a sus andadas, yo puse mi sillita adentro de la choza y me senté a gozar de mi libro y la frescura del lugar. Estaba en el paraíso.

Se fue pasando la hora, entre la lectura, una banana y un pedazo de chorizo y pan que me había llevado en la bolsita de las piedras para la honda, yo, disfrutaba la tranquilidad que me brindaba la soledad.

De repente escucho unos gritos y corridas, salgo a ver que pasa y era la banda de muchachos que volvían, mi hermano me agarra de la mano y me dice que nos tenemos que ir de apuro, se viene una tormenta machaza y tenemos que llegar a las casas antes que los relámpagos y los truenos.

No me da tiempo a nada ya que me lleva casi de arrastro, yo a los gritos le decía que parara, pero el no me hacia caso y sin soltarme seguía calle arriba por Rodo.

Llovió y trono toda la noche y el día siguiente, yo en un rincón de la cocina me arrolle triste y pensativo, que hasta la abuela se pensaba que me había agarrado algo por la mojadura con la que habíamos llegado ayer.

En cuanto el tiempo mejoro, pedí permiso y salí a las carreras rumbo a la calzada…

Entre lagrimas vi que el agua de la crecida estaba como a cien metros de La Calzada, la choza, mi sillita y El Príncipe Valiente ya deberían estar llegando al Rio de la Plata.

El Tordillo

 

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