Un lugar donde un hombre de Florida (Uruguay), la capital de la Piedra Alta, cuenta de todo un poco, sobre su pueblo, su vida, sus viajes, su familia y más que nada, sobre su Florida natal. Tambien mucho sobre mi querido Camino de Santiago.



Wednesday, November 4, 2020

Arriba del Café Sportman. Historias cortitas.

 


Debería ser por alrededor del 1954, yo era un gurí de 6 años, mi padre tenia el taxi en la parada del Sportman, para mi era el paseo de la semana cuando me llevaba en el fin de semana a visitar a los “tíos” Giordano, Cesar me trataba como a un hijo y siempre me daba algo rico para comer y una Bilz, que era mi bebida preferida. Alguna vez hasta me dejaban jugar un ratito al billar, si no lo estaba usando nadie.

Pero… siempre hay un pero, arriba del café, había un salón comedor, que era atendido por un Sr. Mederos, muy amigo de mi padre, entonces después de estar un rato abajo, yo me iba para el comedor, la intención era que a veces Mederos me hacía ir por algún mandado y me daba una propinita, la que después completaba con un buen plato de unos deliciosos ravioles con tuco que el preparaba.

Y ahí no termina la historia, Mederos tenia dos o tres hijas, que siempre andaban revoloteando por el salón, a cuál de ellas mas lindas, vestidas bien como las gurisas del pueblo no como nosotros los de la Cuchilla Santarcieri, bien peinadas y perfumaditas. Una de ellas, creo recordar que su nombre era Nuri o algo así, fue mi “primer amor”. Ella podría tener uno o dos años mas que yo y me era imposible dejar de mirarla con ojos de cordero degollado..

Yo la llamaba "rubia", no se si porque realmente era rubia, o porque era tan diferente a nosotros, que bajabamos de la cuchilla con olor a boniato sancochado y leche recien ordeñada.

Un día Mederos se dio cuenta y me dijo “Ahhh vos no venís por los ravioles, vos venís por mi "rubia", mira que sos pillo. Cuando tengas unos 20 años y tengas un buen trabajo, capaz que te dejo casarte con ella” y largo una fuerte carcajada mientras sacudía los pelos de mi jopo.

Hasta los doce años, que me mandaron a casa de mis abuelos en Montevideo, yo pasaba por ahí todos los días, solo para mirarla de lejos. Los veinte me encontraron sin trabajo y perseguido, después el exilio y la distancia. Ella nunca supo que fue mi primer amor y quizás ni se acuerde del gurí de la Cuchilla Santarcieri que venía a hacer los mandados y que la seguia de atras como un perrito bien educado.

El Tordillo

 

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