Un lugar donde un hombre de Florida (Uruguay), la capital de la Piedra Alta, cuenta de todo un poco, sobre su pueblo, su vida, sus viajes, su familia y más que nada, sobre su Florida natal. Tambien mucho sobre mi querido Camino de Santiago.



Saturday, August 9, 2014

Palas do Rei y Arzua... solo llegar en la mente.


Las etapas que nos llevaron a Palas do Rei y Arzua, con el tiempo se han fundido en mi mente como una sola, los kilómetros recorridos, se amontonan y es difícil separarlos. Solo mirando las fotos y viendo que aparecen noches entre medio, me comienzo poco a poco a recordar.


Lo que no se ha borrado de ninguna manera, son los olores de Galicia, tan parecidos a los de mi misma tierra. La cantidad de Hórreos que adornan casi todas las casas por las que pasamos, los interminables montes de eucaliptus, que me llevan a mi niñez a los montes del Viejo Luca, por donde cruzábamos con mi hermano para ir a visitar a mi tía Juana.

Ermitas de piedra, centenarias y sencillas iglesias que de puertas abiertas de par en par, te invitan al regocijo espiritual y que, por momentos es el único refugio del bullicio y la montonera de peregrinos y turigrinos que parecen multiplicarse exponencialmente.  


Puentes armados por simplemente rocas gigantes que apoyadas sobre el lecho del rio, te hacen acordar las calles de Pompeya, de ruinas que no lo son, piedras cubiertas por el musgo del tiempo y que muestran la típica patina del uso centenario.


Animales de granja de todo tipo y colores, infaltables vacas rubias, o como les llamaba mi abuelo Aniceto, “vacas antiguas”. Cada paso que daba, me ponía más melancólico, se repetía mi pueblo y mi vida de pueblo, en cada curva del sendero. Pensaba en lo fácil que había sido para los emigrantes Gallegos que llegaban a Uruguay, el acostumbrarse a nuestro país. Ellos se habían traído su país y costumbres  a cuesta y lo habían desparramado en nuestro territorio.


Las diferentes parroquias o poblados se sucedían uno tras otro y los marcadores de kilómetros que faltaban para llegar a Santiago, anunciaban que se acercaba el final, que por ahora no queríamos que llegara.
En Melide, volví un poco a la realidad cuando encuentro a la banda de amigos, comiendo pulpo y deleitándose con esa especialidad de la zona. Comí descanse, tome unos vinos, me cure los pies que me venían torturando y retome el Camino otra vez como hipnotizado.

Palas do Rei, un pueblo mas, con la única peculiaridad, que la Plaza Mayor, es techada y Santiago cómodamente abrigado saluda por sobre el piso de cemento. Una fuente, también bajo techo, se ve completamente fuera de lugar. No lo entendí, pero como llovía, Jordi y yo nos sentamos un rato ahí, antes de regresar al albergue.  Simplemente este pueblo no tiene, para mí, ni fu ni fa.

Todavía no había amanecido, cuando me hice a la ruta, quería estar fuera del pueblo y entre los campos y animales antes de que el sol removiera el avispero. No había caminado 10 minutos cuando una nueva horda de gente, me superaba a los gritos y sin mochilas. Seguí a mi paso, nuevamente trate de entrar en el trance del día anterior, para disfrutar lo que me gustaba e ignorar todo lo molestoso de la muchedumbre.


Entre en toda iglesia, ermita o cementerio que encontré, para disfrutar la paz, me senté a orillas de varios riachuelos y sin prisa, me dedique a llegar a Arzua, donde nos reuniríamos para celebrar el cumpleaños de Hank, el alemán, aquel que en Hontanas, me había dado su litera de abajo, cuando yo ya estaba por dejar el albergue cuando me entere que tenía que dormir arriba.

Los kilómetros ya le habían dicho a mis botas que no las querían ver más. Las pobres ya todo rotas y desvencijadas, no querían dar un paso más y mis pies, cada vez mas sintiendo su tortura, estaban de acuerdo en que ellas no pasaban de aquí, que tenían que ser condenadas por abandono de trabajo. Les saque los cordones y las plantillas de gel, como quien recoge despojos después de la batalla y ahí quedaron.

Mi mente ya estaba en temprano a la mañana, saldría con muy fieles y antiguas Nike, que serian las que me llevarían hasta el pie del Santo. Después de una buena cena y los canticos celebratorios, me fui temprano a la cama, algo me decía que mañana iba a ser un día muy especial.

Por hoy los dejo, nos queda tan poquito, Santiago de Compostela esta a 42 kilómetros y hasta ahí no paro. Hoy muchas fotos, si quieren verlas todas y están leyendo esto en www.floridaonline.com , vayan después a www.elcorraldeltordillo.com  , ya que el Dire no siempre tiene espacio para ponerlas todas.











































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