Un lugar donde un hombre de Florida (Uruguay), la capital de la Piedra Alta, cuenta de todo un poco, sobre su pueblo, su vida, sus viajes, su familia y más que nada, sobre su Florida natal. Tambien mucho sobre mi querido Camino de Santiago.



Wednesday, November 6, 2013

A Pamplona, puentes, ríos, Sara y adiós a Mertxe.


 

La noche en Zubiri se hizo corta, después de llegar al albergue municipal, arma cama, lava ropa, baño, vinito, pan y chorizo. El pueblo no muy grande, pero con todos los servicios necesarios para hacer un buen descanso. Como llegue temprano no tuve problema para conseguir cama, pero a eso de las seis de la tarde ya estaba todo lleno, público y privado. El albergue municipal comenzó a llenar un galpón/gimnasio con peregrinos que tuvieron que dormir en el suelo… pero esa es la vida en el Camino.
Reservamos en un bar del pueblo para comer a eso de las 8 de la noche, el menú del peregrino era bueno bonito y barato, el vino abundante, y ya se veía que de la camada de peregrinos que habían arrancado al mismo tiempo que yo, se comenzaban a formar grupos y la camaradería flotaba en el ambiente. Apenas llegamos a tiempo antes de la hora de cierre del hospedaje, tarde pero llenos, satisfechos y alegres porque ahora se veía que no estábamos solos.
La distancia a Pamplona, no era mucha y el terreno a pesar de no ser muy alto, es bastante escabroso, con varios subibajas, que te querían recordar que esto no es fácil.

Después de cruzar El Puente de la Rabia, salimos por zonas boscosas y de buenas sombras. En el medio del sendero, Sara, una escandinava que veíamos por primera vez, casi con lágrimas en los ojos, descalza, se trataba de curar la planta de los pies, las ampollas las cubrían con una capa de piel y agua. Por supuesto que Don Quijote (Jordi) de inmediato se puso al rescate de la damisela, de su botiquín saco jeringas, piel sintética, cremas, ungüentos y colas de rana. Veinte minutos después, ella ya estaba pronta para seguir el Camino,  Sancho (yo), para no ser menos y al verla totalmente desarmada, pues no tenía ni bastón, saque mi nunca bien ponderada navaja Suiza, y con su maravilloso serrucho, en pocos minutos, le había fabricado un bastón de primera categoría.

Sara, alta esbelta, joven, inquieta y veloz, podía hacer el doble de distancia que nosotros por día, en sus planes estaba llegar a Santiago en menos de 24 días, no le importaba la distancia entre albergues o ciudades y planeaba dormir donde la agarrara la noche, en cama o en el piso, en albergue o al raso. Al rato ya nos había dejado atrás, pero como era medio enamoradiza, si encontraba un joven bien puesto y plantado, no tenía problema en demorarse un rato o un día. Así fue que nos cruzamos varias veces más con ella en los próximos cuatro o cinco días. En Los Arcos, tomamos un café juntos, nos mostro el bastón, ahora decorado y pulido, nos dio un beso y con un abrazo nos dijo ¡Buen Camino y hasta siempre! Puede haber terminado en veinte días o todavía estar en España, ella es un espíritu libre.

Seguimos la ruta y nos unimos con Mertxe, que haciendo de tripas corazones, venia rengueando visiblemente. Jordi, Pedro y Joaquín, siguieron adelante a paso raudo, yo más lento, use el dolor de Mertxe, para acompañarla y a la vez tener una escusa para ir despacio. De a poco, cruzamos puentes, caminamos por riberas interminables de hermosos ríos hablando de todo un poco, de su razón de hacer el Camino por segunda vez, de sus hijos, de Manu (su esposo), así las horas iban pasando e íbamos devorando kilómetros.
Cominos pan queso y chorizo sentados en el Puente de los Bandidos y recomenzamos, su tobillo se reveló por completo y cada vez podía andar menos. Al llegar a Villaba, unos 4 kilómetros antes de Pamplona, ya no pudo mas, entre lagrimas me dio un beso, un abrazo y paro un taxi en la Calle Mayor. La vi alejarse rumbo a un ómnibus que la llevaría a Bilbao.

Ahora solo, apresure el paso para llegar a Pamplona lo antes posible para reunirme con los otros muchachos y recorrer juntos esa hermosa ciudad.

Un mensaje justo cuando llego al Puente de la Magdalena, que es la entrada a la ciudad, me avisa que Joaquín y Pedro, habían tirado la toalla y ya estaban rumbo a Madrid, Jordi y Ana, a la cual habíamos conocido durante esta etapa, no paraban en Pamplona y seguían hacia Cizur Menor.
Yo con una sombra sobre mi espíritu, me dirigí al albergue parroquial de Pamplona y arme campamento por la noche… estaba otra vez solo. Contento de estar donde estaba, pero triste por la pérdida de los compañeros de viaje. Al atardecer “salí de pintxos”, me tome unas sidras y cervezas, camine y saque fotos de la ciudad.
Mañana seria otro día, y me repetía a mi mismo…”Hasta Santiago no paro”.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

 


 

2 comments:


  1. Bien narrado los detalles y los aconteceres del camino, nada facil por cierto. Me encanto la descripcion de tu companera Sara y la picardia de ella y ellos, fue muy chistoso!
    Triste para los que no pudieron terminar su recorrido, tal vez en otra oportunidad, pero al menos lo intentaron.
    Me encanta tu libretto y seguimos a la expectative de los siguientes capitulos.
    Marisa

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  2. Llegaste a Pamplona - que no eran pamplinas - con bastante más que una media y un calcetín.

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