Un lugar donde un hombre de Florida (Uruguay), la capital de la Piedra Alta, cuenta de todo un poco, sobre su pueblo, su vida, sus viajes, su familia y más que nada, sobre su Florida natal. Tambien mucho sobre mi querido Camino de Santiago.



Monday, November 25, 2013

Viana y el espíritu del Camino.



Nos reunimos con algunos de la barra en la calle principal de Viana, todos ellos seguían a Logroño, yo ya había decidido quedarme en esta ciudad, así que después de unas tapas y unas cervezas, ellos se marcharon y yo me dispuse a buscar albergue. Un viejo convento servía de lugar de reposo para los peregrinos, a su lado una antigua basílica semi derrumbada, había sido recuperada y transformada en un tipo de parque o espacio de reunión para los locales. Se ve que en sus tiempos fue un edificio maravilloso y de gran magnitud, hoy conserva su importancia para la gente, pero le sirve de otra manera.

 
La cama que me asignaron, era en un dormitorio con más de 40 literas de dos niveles, los techos eran de más de 10 metros de altura, no tenía ni una sola ventana, el olor a humedad y encierro era casi insoportable, para completar este inmenso espacio, era alumbrado por una sola lámpara de no mucha potencia y para colmo, yo era el único peregrino que lo ocupaba. Todo esto unido al día matador y deprimente que había tenido, hizo que me duchara de apuro, me vistiera y saliera a recorrer la ciudad, a pesar del cansancio que tenia.

Camine por sus calles antiguas y angostas, subí y baje escalinatas que me llevaban a diferentes barrios y niveles, rodee totalmente el casco histórico. Tome dos o tres cervezas en diferentes lugares y saque fotos a lugares interesantes, pero desde donde fuera que estuviera, siempre terminada con la vista en los grandes picos de la catedral que regenteaba majestuosa todo el panorama. Era como un imán que me atraía, así que de a poco y despacio me acerque a ella, entre y la recorrí a paso lento, otros peregrinos y locales entraban y salían. A mí, algo me invitaba a enlentecer el paso, me senté en un banco de una capilla lateral y creo que empecé a rezar, estaba como sonámbulo.

A la salida un cura que quizás era un poco mayor que yo me saluda con un “¿Bienvenido peregrino, quieres ver mi iglesia?”  Le conteste que ya la había visto, su contestación fue “Me di cuenta que la miraste, pero creo que no la vistes”. Me dejo intrigado y lo seguí como un autómata, escuchando atentamente sus explicaciones sobre las distintas capillas y sus retablos, el altar, los confesionarios y hasta la sacristía, este cura estaba realmente enamorado de su iglesia y le brotaba su devoción por todos los poros. Después del tour, me fui, pero a los pocos metros, algo me empujaba a volver, entre nuevamente, busque al cura y le pedí para pasar al confesionario.
A esta altura sin saber porque, las lágrimas me brotaban como a un niño, el padre me dijo que ni confesión ni penitencia eran necesarias, que el Todopoderoso sabe de mí, que conoce mis penas y mis alegrías, me dio mis virtudes y mis defectos. Me brindo la absolución y un abrazo. Cuando me vio emocionalmente más calmado, me brindo la bendición de los peregrinos, se dio vuelta y se fue a rezar frente a Maria Magdalena.

Esta experiencia tan profundamente espiritual, era la primera vez que la sentía, me dejo agotado pero con una sensación de vacío, que sugería que estaba pronto para llenar mi espíritu con lo que el Camino me deparara. No era un vacio de desolación era un vacio que presagiaba días y momentos mejores.
Me quede en las inmediaciones y volví para la misa, fue una de las mas disfrutada en mi vida. El cura, mi estado emocional, las ansias de seguir adelante y mis nuevas esperanzas del Camino, habían abierto una nueva ventana a mi espíritu.
No soy una persona muy religiosa, aparte de mi continua devoción a San Cono, pero ese cura me hizo sentir  realmente bienvenido y apreciado. Desde ese día en adelante vi el Camino de una forma diferente.
Me comí unos pescaditos fritos, los rocié con unos vasitos de vino de la región, a paso lento, satisfecho física y espiritualmente me fui al albergue a dormir solo en mi gigante y lúgubre aposento.
Al llegar me encuentro otra cama ocupada, era Gregorio, un gitano rumano, que lo primero que hizo fue contarme sus penas y aventuras con una tal Sara, a la cual le gustaba dormir siestas en el bosque o pasar la noche al raso, pero no sola. Pero eso ya es otra historia en sí sola, que la dejamos para después, ya que el tiempo y el espacio sobran y Yo ...
Hasta Santiago no Paro.









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