Un lugar donde un hombre de Florida (Uruguay), la capital de la Piedra Alta, cuenta de todo un poco, sobre su pueblo, su vida, sus viajes, su familia y más que nada, sobre su Florida natal. Tambien mucho sobre mi querido Camino de Santiago.



Friday, March 11, 2011

Los Mates de las Tardes de Verano.- by Cucho Paz.

Muchas cosas se extrañan del Uruguay en todo su largo y ancho, pero tal vez lo que se extrana mas es sus costumbres. Cosas que, por su propia rutina, nunca nos llevaron a pensar que serian especiales en nuestras memorias algun dia.

Sabiamente, la vida nos ensena que para apreciar la luz tenemos que pasar dias de oscuridad. Es en esa oscuridad justamente que uno puede ver esa luz, esa luz de tradicion y costumbres, brillar mas, mucho mas que cuando viviamos en nuestro querido Uruguay.

Una de las cosas que me mas me acuerdo y añoro era cuando cada tarde nos sentábamos a tomar mate en la vereda. En Montevideo es raro poderlo hacer, pero en el interior y sobretodo en Artigas, más que costumbre…era moda. Los ingleses tendrían su té de las cinco y su puntualidad reconocida, pero en mi casa perderían por 5 a 0. Es que el mate lo empezaba a armar mi viejo en su cocinilla a gas a eso de las cuatro y media, y más que una tacita de té, los mates de mi viejo duraban termos. Se podría decir que hasta que no le empezábamos a sentir el gusto a aluminio, el del forrado del mate, no parábamos.

De tanto chupar mate los cachetes y los labios ya nos quedaban pasmados en forma de “piquitos.” Pareciera que tuviésemos jeta de pescados todos. Cualquiera que nos viera a las 7 de la tarde diría que en vez de mate andábamos a los chupones.

Después de calentar el agua, había que armar el mate propiamente dicho. Calentar el agua no es tarea difícil, de todas maneras mi hermanastra casi siempre se las arreglaba para “quemar” el agua, a tal punto que más de una vez encontramos la caldera vacía y con el fondo colorado. Quién diría que uno pudiera sacar sal del agua dulce! Pero para mí hermanastra Rosario, eso ya era una cuestión de rutina.

Unos minutos más y la bicha se hubiera derretido como helado en la cocinilla. Por eso tal vez, y digo tal vez porque no me animo a acusar, es que mi viejo nunca le pidió un huevo cocido. Ahora bien, Rosario, aprendió su lección y cuando le paso lo mismo con una olla, fue y le echo agua fría enseguidita…lamentablemente se echó agua en las patas, porque a la olla se le cayó el fondo.

Después de tener el agua certificadamente caliente y con todas las bacterias y virus, habidos y por haber, muertos (dos veces)… es cuando se armaba el mate. Este era un tema al que todos le huíamos. Es que si te pasas de agua fría te quedaba muy amargo, y te dabas cuenta enseguida, porque por cada mate que los de la ronda tomaban…a vos mi viejo te encajaba dos.

Si te pasabas de agua caliente para armarlo tampoco te salvabas porque de una quemabas la yerba, pero además, tratándose de yerba brasilera (que viene llena de palos y sobretodo polvillo) el mate te quedaba un pelmazo. El entupido quedaba tan grave, pero tan grave, que después te quedaba la jeta de dos metros de tanto chupar para que saliera una gota de mate.

Ahora bien, no era siempre que te salía una gota de mate. A veces no salía nada y otras veces salía todo de una vez, que te asaba desde la jeta hasta el culo, todo en un santiamén.

…CONTINUARA…

Este cuento lo manda David "Cucho" Paz autor del libro Anecdotas de la Patria Gaucha.

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