Un lugar donde un hombre de Florida (Uruguay), la capital de la Piedra Alta, cuenta de todo un poco, sobre su pueblo, su vida, sus viajes, su familia y más que nada, sobre su Florida natal. Tambien mucho sobre mi querido Camino de Santiago.



Wednesday, July 30, 2014

Hacia Samos y con las chinches.

Después de la hermosa jornada en O Cebreiro, amaneció un día deslumbrante, de a poco los peregrinos salían al paso rumbo a Triacastela, nosotros como grupo, habíamos decidido tomar la ruta alternativa para visitar el majestuoso monasterio de Samos, un lugar histórico y de mucha influencia en el Camino desde sus comienzos. Personalmente, había leído sobre ese lugar y me hacía mucha ilusión quedarme a dormir en al albergue del Monasterio y además asistir a las misas cantadas que brindan los miembros del claustro.


El paisaje a nuestro alrededor era increíble y nos esperaban lugares como el Alto de San Roque y al Alto de Poio, dos lugares donde se requería mucho esfuerzo pero que valían el sacrificio por las vistas que brindan. Pero no todo eran alegrías, al grupo se habían unido y sin aprobación común, un grupo de chinches que venían escondidas en los cuerpos y ropas de Javi y Carlos, quienes sufrieron mucho su compañía.
Como de costumbre, yo al paso, me fui quedando retrasado, pero no me molestaba para nada, el paisaje me acompañaba. El sol tibio y una brisa de montaña, muy placentera, invitaban a regocijarse con la ruta, sin pena y sin pausa.
En el Alto de San Roque me encontré con un peregrino que luchando contra el viento, parecía caminar fuera de su paso de bronce. Los valles a sus pies estaban vestidos de intensas gamas de distintos verdes, los peregrinos de carne y hueso nos sacábamos fotos junto a él como queriendo plasmarse en su historia y lugar.

Después de ahí, apareció una cuesta que por lo escarpada y rocosa, presentaba un gran obstáculo para nosotros, los más viejos. Un rato antes yo había parado en un pequeño bar junto al sendero y me había comido un buen bocadillo de jamón, acompañado por una fría Coca Cola, esto me había llenado de energía, sin saberlo, me estaba preparado para lo que se venía.
Haciendo fuerza, mirando las piedras como si fuera un geólogo, iba cabeza abajo obserbando donde ponía las botas y como me apoyaba en el bordón. La respiración se hacía cada vez mas exigida, pero por suerte los pies y las pantorrillas respondían bien.
Sentada en una roca, una señora de alrededor mi edad o quizás más, casi sin poder respirar, sollozaba desconsolada. Recorría el Camino sola, sin preparación alguna y cargada con una mochila de más de diez kilos, se había propuesto llegar a Santiago para lograr su Compostela y comenzando en O Cebreiro se largaba a la aventura. Ocho kilómetros después se daba cuenta que no había estudiado su futuro camino con seriedad. Ya no tenía fuerzas para seguir.

Mi cristiana conciencia no me permitía dejarla ahí, tirada en la ruta. Le brinde un bollo de chocolate, que llevaba para un caso de emergencia, le brinde una de mis botellas de agua y descanse con ella hasta que empezó a respirar normalmente y se encontraba más calmada. Después de invitarla a seguir caminando, le di mi bordón para que se apoyara bien y me cargue su mochila sobre mi pecho. La subida se me hizo muy pesada, pero por suerte a no más de 400 metros, el angosto y escabroso sendero desembocaba justo junto a un bar en el Alto do Poio. Allí la deje sentada en una mesa, me rogaba que la acompañara hasta Santiago, pero yo ya tenía suficiente problemas propios, como para cargarme de otros. Creyendo y convencido de que ya había hecho mi grano de solidaridad cristiana, me aleje raudo, sin prisa y sin culpa. Allí con medios de locomoción disponibles y en un centro poblado, ella tendría que planear sus pasos.

De aquí en adelante, es donde realmente te das cuenta de que estas en Galicia, bosques frondosos, musgos y helechos alfombran los suelos, vacas rubias y ese olor tan particular de tierra trabajada y establos llenos de animales. A diestra y siniestra casas, gente trabajando, olores de comidas caseras se escapan de las casas cuyas ventanas dan directamente a la senda del Camino. Me acorde de mi tía Aurea, una hermosa y simpática gallega que se había ido joven a Uruguay y que siempre decía… ¡Galicia, Galicia que bonita era mi tierra!

Los eucaliptos, el olor a tambo,  a bosta, a tierra húmeda y la gente con la que me cruzaba, me hacia acordar tanto de la misma tierra donde yo me crie, que instintivamente me sentí como en mi casa, además las sonrisas de los locales me hacían sentir bienvenido.
Las pequeñas poblaciones se sucedían una a otra, casi tocándose entre ellas, yo ya había entrado en un trance de recuerdos y nostalgias. Fui cantando cantos de mi tierra hasta Triacastela, donde me despertaron los gritos de el grueso de la barra, que sentados en un restaurante almorzaban opíparamente, tanto así que Javi termino durmiendo una siesta al costado del restaurante, tirado en un jardín, por supuesto que Duma, el perrogrino, montaba guardia a su lado .
Esta etapa se nos alargo, porque la mayoría de los peregrinos terminan en Triacastela, pero a nosotros nos esperaba Samos, unos 10 km. mas, sobre los 20Km. que ya habíamos hecho. Pero llegar a Samos y ver ese hermoso monasterio junto al rio Sarria, justificaba el sacrificio.

“Cerrado por fumigación, debido a infección de chinches” fue el cartel que me recibió a la puerta del albergue del monasterio. Raul, un madrileño re astuto, que ya sabía de eso, se había ocupado de hacer reservas en un albergue privado justo frente al monasterio. El pequeño lugar era un restaurante con dos cuartos en un piso superior, la capacidad de aproximadamente 14 personas, fue casi copada por nosotros. Me imagino que el propietario se quedo muy conforme cuando vio que éramos todos gastadores y que disfrutábamos de comida y bebida sin cuidar el bolsillo.


Esa noche me saque las ganas de escuchar una hermosa misa y un sermón por demás interesante, del cual les hablare otro día. El lugar es imponente y desde el momento en que entre, me di cuenta que estaba en un templo muy especial, lo recorrí de punta a punta, disfrutando cada uno de sus antiguos rincones y después me fui a dormir tranquilo.
En su totalidad, había sido una jornada excelente, las sensaciones de alegría y satisfacción habían colmado el dia. Los amigos estaban ya todos prontos para descansar y yo sin darme cuenta pase lista… Sandra, Albi, Raul, Manupedia, Youyoung, Carlos, Jordi, Laura, Valentina, Javi, Duma… todos presente.
Falta cada vez menos, pero hasta Santiago no paro.



 






 










 






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