Un lugar donde un hombre de Florida (Uruguay), la capital de la Piedra Alta, cuenta de todo un poco, sobre su pueblo, su vida, sus viajes, su familia y más que nada, sobre su Florida natal. Tambien mucho sobre mi querido Camino de Santiago.



Sunday, October 14, 2012

VUELO 571.-


Una  contribución de Graciela Mantero para El Corral del Tordillo.

VUELO 571
Fue la noticia relevante del día, en octubre del año sesenta y dos. Los diarios que no habían sido amordazados ponían en sus titulares la gran tragedia. El anuncio conmovió a toda la sociedad y nos quedaron dudas a muchos otros de cómo se había concebido el viaje truncado de un grupo de jóvenes deportistas. Confieso  que no estaba en mí preocuparme por averiguarlo. 
                                                            Tenía por delante otras prioridades. El hecho era doloroso especialmente para los familiares y conmovedor para todo el pueblo uruguayo, pues marcó en la historia una situación sin precedentes. Sucedió un día de mal augurio en primavera.  La situación en el país estaba tensa y esto distrajo la atención de los graves sucesos que se estaban viviendo.
Acababa de ser electo Juan María Bordaberry. Se acrecentaba la lucha de la guerrilla, y la represión por parte de los militares y el gobierno entrante. Yo pertenecía a la fuerza política que había conseguido el tercer lugar después de unas elecciones fraudulentas. Los jóvenes que nos sentíamos comprometidos con la lucha social, en busca de libertades y derechos esenciales del ser humano, trabajábamos arduamente para conseguir estas reivindicaciones. Otros, desde la clandestinidad, se enfrentaban con las fuerzas de ‘’orden’’, lo cual desembocaría el veintisiete de junio de mil novecientos setenta y tres en una dictadura cívico-militar.

Los días que transcurrieron después del accidente fueron desesperantes para los más allegados, y yo en particular, estuve atenta a las noticias. Éstas eran muy desalentadoras y, al pasar el tiempo, se hizo casi imposible un final feliz. Este hecho eclipsaba los sucesos de lucha en defensa de la democracia, ésta a punto de sucumbir.
El tiempo transcurría  y la esperanza de encontrarlos se debilitaba .También las noticias  iban siendo más distantes y depresivas; pero la vida nos da sorpresas y a mí me dio una, después de tantos años de ocurrido el milagro.
En abril tuve la oportunidad de ver a dos de los sobrevivientes y participar en una charla. Ni siquiera tuve interés en leer sus libros, pero conocía la historia. Tengo que confesar que, después de treinta y nueve años, me emocioné y aprendí una lección que no esperaba de la boca de unos muchachos educados en el privilegio dentro de un grupo de la  sociedad a  la que poco le importaban los sucesos que acontecían en el país. Me parecía fuera de contexto que alguien estuviera pensado en competencias deportivas durante la situación problemática que estábamos viviendo. A nuestros dieciocho años, de ellos y míos, se estaba de un lado o se estaba del otro. Para mí, era así.
Al pasar los años y ya como residente en Toronto, involucrada en la comunidad uruguaya y participante activa en grupos solidarios, reviví los sucesos de aquel lejano entonces..
En Canadá, la comunidad uruguaya había celebrado la participación más que satisfactoria del seleccionado nacional en el mundial del fútbol de Sudafrica-2010. Tal  hecho fue el comentario de la prensa local y mundial. La mayoría hablaba de la garra charrúa, aparte de la atajada de gol de Súarez. El periódico canadiense The Toronto Star había venido desmereciendo a dicho seleccionado. El artículo del periodista Cathal Kelly hizo referencia a que un grupo de jóvenes del Uruguay habían practicado el canibalismo, hecho que no fue bien recibido por los charrúas radicados en suelo canadiense. Así que tomamos muy en serio lo publicado por el diario y  se procedió a nivel diplomático.

Dio la casualidad que, mientras esto sucedía, dos veteranos rugbistas estaban de visita en Manitoba por una conferencia programada hacía un tiempo. El  Cónsul llamó a los grupos del medio uruguayo a invitar a estas personas a tener un encuentro informal con la diáspora. Así se concretó la charla en la casa de los uruguayos en Toronto.
No me imaginé lo que aprendería en ese encuentro. Llegó el día indicado y me trasladé a la Sede del Club Uruguay. Al llegar a la puerta, pude ver el cartel ya conocido de la institución. La bandera uruguaya caía majestuosamente sobre el mástil de bronce. ¡ Siempre emociona verle! La gente más puntual se había ubicado en los lugares más cercanos a la mesa dispuesta para los invitados. El coordinador se me acercó y, como era de esperar, fui presentada por el ideólogo de la visita, como integrantes de los diferentes grupos. Los saludé y cruzamos unas palabras, más que nada protocolares. Luego, elegí sentarme en una silla de metal color azul, que era bastante incómoda .Al lado mío había  un saco negro que alguien colocó para que no le quitaran el lugar. El clima de la concurrencia era bueno y cordial. El evento  comenzó unos cuantos minutos más tarde de lo previsto, característico de la puntualidad rioplatense.
Para iniciar, se proyectaron imágenes en la pantalla: un avión que yacía entre un manto blanco, en el que se podía leer Fuerza Aérea Uruguaya, y después los cuerpos flacos y deteriorados de jóvenes barbudos que aparecían delante de la aeronave.
¡Viven!, se escuchó en la sala, cuando el anuncio fue dicho por el locutor de la radio que se reflejaba en la pantalla. Después que el encargado paralizó la imagen, comenzó una introducción del Sr. Cónsul a  la visita de los anfitriones y a darnos la bienvenida a  Zerbino, Presidente del la Unión de Rugby de Uruguay, y a   Inciarte, Presidente de la Fundación Viven. Esta se ocupa, entre otras cosas, de conseguir y financiar trasplantes de órganos, explicó. Luego dio la palabra a los agasajados.
Atentos empezamos a oír la voz, primero de Zerbino y por último a Inciarte, ex alumnos de la escuela Stella Mary y jugadores de rugby del equipo Old Christians. Después de años revivimos aquellos momentos que nos marcaron históricamente en diferentes sentidos. Por un lado, recordar la amarga vivencia que siguió a todos esos años, y por otro, conocer más a  los protagonistas del milagro, como muchos lo denominaron.
Zerbino comenzó el relato. Yo me acomodé como pude en la fastidiosa silla .Dispuesta a escuchar, le pedí a un muchacho de la fila delantera que se quitara el sobrero, pues  me impedía ver a los invitados. Por suerte me hizo caso.
----Comenzaré  relatando cómo ocurrieron los acontecimientos y luego, ustedes me preguntan lo que quieran.
----Muy bien.-se oyó por el fondo del salón.
Yo trataba de reconocer los rostros jóvenes en las facciones que tenía delante de mí. Me  imaginaba la piel nueva y los ojos alegres que brillaban con la juventud en los años en que sucedieron los desafortunados hechos. Yo también era joven. De pronto me miré las manos y me di cuenta que el tiempo dejaba huellas. Acaricié mi mano izquierda con la derecha como queriendo alisar los pliegues que los años han dejado.
-----El vuelo 571  había despegado de la Base Aérea Uruguaya el doce de octubre, con cuarenta pasajeros y cinco tripulantes. Tuvimos que detenernos por mal tiempo en el aeropuerto de El Plumerillo, en la ciudad de Mendoza, donde dormimos esa noche. En la tarde del día posterior, continuó el viaje hacia el destino, Santiago de Chile.
 Ésa iba a ser mí pregunta : ¿Por qué un avión de las Fuerza Aérea Uruguaya?.
------Lo había conseguido un compañero por intermedio de un familiar, a treinta y nueve dólares el pasaje.-continuó diciendo.

Claro, los favores  de los privilegiados, cavilaba.
Todo lo que vino después hizo que me olvidara de mis resentimientos. Tanto fue así que se me quedó trancada la pregunta en mi garganta. La emoción invadió mis sentimientos más profundos. Escuchar los antecedentes de lo sucedido y con qué grandeza sobrellevaron el dolor. Venía a mi mente la nota hecha por el periodista canadiense. ¿Hubiera resistido él? La lección que nos dieron cambió mi manera de ver la vida. Hoy no me ofusco por pequeñeces.
___Una noche que estábamos todos dentro del avión, a uno se le ocurrió salir a buscar pizza. Preguntó: ¿Alguien quiere que le traiga algo? Otro le respondió: una porción a caballo y una coca-cola.

Y otro gritó: Loco, abrígate, que  afuera está haciendo mucho frío.
Todos rieron en el salón. Zerbino tenía una manera muy especial de contar lo ocurrido y nos fue atrapando con su manera de ser. Humilde, sencillo y de un gran sentido de humor. Narró que, con una sonrisa entre los labios, se fue marchando entre sus manos el mejor amigo. Inciarte,  por su parte, era menos hablador y se enrojecía con algunas bromas de él. Coche, como le decían sus amigos,  avistaba  una blanca y escasa cabellera.

También nos relató él cómo resistieron a la segunda avalancha de nieve. Nos dijo :
----Sentimos un estruendo y todo quedó a oscuras. No sé cuántos días pasaron. Pensábamos que de ésa no salíamos, pero nadie dijo nada. Estuvimos dándonos ánimo unos a otros. Cantábamos, rezábamos, hacíamos chistes. No dejábamos que nadie se durmiera, por eso, rotábamos los cánticos y los rezos. Convivíamos  entre los cuerpos sin vida de algunos compañeros que no resistieron. Todo parecía que se terminaba ahí, cuando de pronto alguien vio una luz que se colaba quién sabe de  dónde. Empezamos a cavar sin dirección alguna entre la montaña blanca que se había introducido en el esqueleto del avión. Ahí comenzamos a tener nuevamente un hilito de ilusión.

¡Paridos por la nieve!, me dije, y una nube empañó mis ojos.
Ya no sentía la incomodidad del asiento. Tuve la oportunidad de preguntar, pero no lo hice. Me sentí incapaz de sobrevivir en las circunstancias que lo hicieron ellos. La llaneza que transmitían me apagó la presunción que sentía y me avergoncé de haberlos juzgado tan dura e infundadamente.

Esperé ver cómo reaccionaban muchos de los concurrentes a la reunión. Miraba sus rostros y algunos dejaban correr por las mejillas, sin disimular las gotas saladas que espontáneamente brotaban. Otros bajaban la cabeza y, con las palmas de sus manos, limpiaban con vergüenza las emociones que asomaban en sus ojos. El silencio, que no era muy frecuente en ningún evento del club, se volvió solemne ante las vivencias de los compatriotas. Yo nunca había llegado a emocionarme como ese día. Necesitaba expresar lo que sentía y lo hice, después de oír el relato de Inciarte.
----El periodista empleó mal la expresión de canibalismo, se llama necrofagia-dijo sin ningún ocultamiento.
Claro, necrofagia es comer lo que está sin vida, y lo expresado en el comentario es matar seres vivos para alimentarse, pensé.
---Tener que valernos de eso fue insignificante comparado con lo que tuvimos que afrontar. Un viento tajante nos embargó a todos cuando escuchamos por radio que cesaba la búsqueda. Ante ese hecho decidimos salir en busca de un camino que nos librara del infierno blanco.

Nos hizo percibir los momentos difíciles que vivieron, con una delicadeza y humildad  difíciles de expresar. Pedí la palabra y alguien me acercó el micrófono.
----Gracias, de todo corazón. Creo que es mi sentimiento y el de todos los que aquí nos encontramos. Todo ese amor que nos trasmitieron tocó muy fuerte en nuestros corazones. La humildad y la enseñanza de vida que nos dejaron estarán por siempre en nuestro recuerdo. Gracias por compartir hoy con nosotros.

Me fui del salón con  diferente ánimo, con una mezcla de sentimientos y con la alegría de haber sido parte de la historia. Sobrevivieron solamente dieciséis en los nevados picos de los Andes. Pasaron setenta y dos días al borde de la muerte y a temperaturas bajo cero. No tuvieron otra opción para poder sobrevivir.
La tragedia de los Andes marcó a aquellos jóvenes de una manera muy especial, y yo aprendí que nadie es más que nadie en este complejo juego de vivir.  

 

 

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